Meses e incluso años esperando tu partida, y hoy, al fin te vas. Desapareces como una sombra, como un fantasma que se desvanece y que no volverá más. Desapareces aún cuando ya habías desaparecido. Te vas por fin, lejos, regresas de donde viniste aún cuando ya te habías ido. Pretendías ser… algo que no eras, que nunca fuiste y nunca serás: una persona. Entraste por un azar a nuestras vidas, sin que te esperáramos, sin que te quisiéramos y sin embargo te adoptamos y te dimos todo: cariño, confianza, amistad… amistad de verdad, honesta y completa amistad. Y tú, un buen día decidiste robar, robar y dejarnos casi sin nada. Te lo llevaste todo con tu actitud cínica y apática, con tu cara llena de asco y resentimiento ante lo que te rodeaba, con tus palabras discriminativas y plagadas de tu falso e hipócrita elitismo. ¿Qué demonios hacías aquí? ¿Quién te dio permiso de llegar para juzgarlo todo? ¿Quién te dio el derecho de opinar? Te diste a la tarea de menospreciar algo de lo que tú carecías por completo: IDENTIDAD.
Silueta vacía, llena de múltiples defectos. Tú lo sabías y tú juzgabas tus propios impedimentos. Tu cabeza llena de juicios y trabas, y tu alma, si es que a eso que tenías dentro se le puede llamar alma estaba llena de una materia oscura, turbia y sucia como la basura, como el agua que corre por las alcantarillas porque tu gran intelecto nunca te alcanzó para entenderte a ti, para forjarte a ti. Tanto te pusiste sobre otros, tanto te sobrevaloraste y al final, nunca fuiste más que cualquier vulgar ladrón. Tantos hombres que utilizaste, tantas mujeres a las que rebajaste y ¿qué te quedó? Una expresión conforme cuando en realidad nunca has estado ni remotamente cerca de la autoaceptación.
¿Quién eres tú? Mujer de siete cabezas, de serpientes entrelazadas en tu melena. Medusa deberían llamarte porque en el fondo eres un ser horrendo. Nunca te atreviste siquiera a mirarte en el espejo. Manipulaste tu discurso y tu imagen tantas veces, tomaste lo que querías de quien convenía y dejaste a quienes te rodeaban en completo despojo. ¿Quién eres tú? Que jamás te atreviste a sobresalir en nada, que no fuera por la falta de identidad de tu cara, por tu inacabable crítica y queja de todo, por tus frases redundantes y tu hastiado tono de voz. Medusa, ese es tu nombre, hechicera tramposa, amante de la banalidad y la falsa existencia.
Pero al fin te vas y esperaba poder verte para decirte tantas cosas. Entre ellas que todo lo que va eventualmente regresa y deberías tener miedo del boomerang que en algún momento te cobrará la cuenta. Al fin te vas! Te largas y no lo puedo creer, vuelve a donde perteneces y ojalá nunca nos volvamos a ver. Guárdate esa última noche que pasaste junto a todo lo que robaste porque aquí se queda y quizá jamás lo vuelvas a tener. Al fin te vas, y sé que te vas llorando, eso es el primer cheque del pago. Todo lo que tenías se queda aquí, no lo pidas por envío que a donde vas no te va a llegar. ¿Quién eres tú? Eso ni siquiera tú lo sabes… y creo que nunca lo sabrás. Y sobre lo robado, ve pensando seriamente que si aquí lo olvidaste, no importa cuánto llores, nunca más lo recuperarás. Vete, vete al fin y no vuelvas más.
Silueta vacía, llena de múltiples defectos. Tú lo sabías y tú juzgabas tus propios impedimentos. Tu cabeza llena de juicios y trabas, y tu alma, si es que a eso que tenías dentro se le puede llamar alma estaba llena de una materia oscura, turbia y sucia como la basura, como el agua que corre por las alcantarillas porque tu gran intelecto nunca te alcanzó para entenderte a ti, para forjarte a ti. Tanto te pusiste sobre otros, tanto te sobrevaloraste y al final, nunca fuiste más que cualquier vulgar ladrón. Tantos hombres que utilizaste, tantas mujeres a las que rebajaste y ¿qué te quedó? Una expresión conforme cuando en realidad nunca has estado ni remotamente cerca de la autoaceptación.
¿Quién eres tú? Mujer de siete cabezas, de serpientes entrelazadas en tu melena. Medusa deberían llamarte porque en el fondo eres un ser horrendo. Nunca te atreviste siquiera a mirarte en el espejo. Manipulaste tu discurso y tu imagen tantas veces, tomaste lo que querías de quien convenía y dejaste a quienes te rodeaban en completo despojo. ¿Quién eres tú? Que jamás te atreviste a sobresalir en nada, que no fuera por la falta de identidad de tu cara, por tu inacabable crítica y queja de todo, por tus frases redundantes y tu hastiado tono de voz. Medusa, ese es tu nombre, hechicera tramposa, amante de la banalidad y la falsa existencia.
Pero al fin te vas y esperaba poder verte para decirte tantas cosas. Entre ellas que todo lo que va eventualmente regresa y deberías tener miedo del boomerang que en algún momento te cobrará la cuenta. Al fin te vas! Te largas y no lo puedo creer, vuelve a donde perteneces y ojalá nunca nos volvamos a ver. Guárdate esa última noche que pasaste junto a todo lo que robaste porque aquí se queda y quizá jamás lo vuelvas a tener. Al fin te vas, y sé que te vas llorando, eso es el primer cheque del pago. Todo lo que tenías se queda aquí, no lo pidas por envío que a donde vas no te va a llegar. ¿Quién eres tú? Eso ni siquiera tú lo sabes… y creo que nunca lo sabrás. Y sobre lo robado, ve pensando seriamente que si aquí lo olvidaste, no importa cuánto llores, nunca más lo recuperarás. Vete, vete al fin y no vuelvas más.
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