El departamento estaba en llamas, se consumía con gran estruendo y esporádicos estallidos. El fuego lo devoraba todo mientras en la calle varias personas observaban pasmadas. Las llamas arrasaban la estructura, los muebles, las paredes, incluso se comían vorazmente la cama.
Cuando al fin llegaron los bomberos ya no pudieron hacer nada. El fuego seguía tragándose el edificio y reduciendo todo lo existente a cenizas. En el edificio tan sólo había un departamento habitado, ese precisamente que se quemaba sin ningún reparo.
La mujer que llegaba justo en ese momento bajó de su auto con los ojos abiertos de asombro, se quedó pasmada unos segundos y corrió hacia el edificio que estaba en llamas... un bombero la detuvo, lloraba desconsoladamente mientras su cabello rizado cubría su rostro y su desesperación. El bombero la sostenía de manera firme mientras ella trataba de correr hacia el edificio. Pronto cayó de rodillas y se raspó las manos con el pavimento. Qué dolor más grande sentía en ese momento, ver toda su vida consumida por el fuego. Las manos sangrantes y la cara casi en el suelo. Qué dolor, qué dolor más grande tenía la mujer en ese momento. No podía articular palabras hasta que dijo: "mi marido... mi marido estaba adentro..." Los bomberos se miraron entre sí desconcertados, asumieron que el departamento estaba vacío y no buscaron a nadie. No quedaron restos, no quedó nisiquiera parte del cuerpo, cenizas era todo lo que había alrededor, cenizas mojadas, entre pedazos de muebles y vigas, entre toda la destrucción nisiquiera estaba el muerto. Se había desvanecido, lo había consumido el fuego por completo. La mujer lloraba manchada de cenizas, se miraba las manos, se tocaba la cara con una incredulidad y una desesperación casi autistas. Ocurrió después del baile de máscaras del Gran Hotel, qué extraña casualidad. (Sueño 2)
jueves, 6 de mayo de 2010
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