martes, 20 de abril de 2010

Y siempre quise ser una muñeca...



Mientras todos los niños jugaban con carritos y caballeros del zodiaco y las niñas arrullaban sus nenucos soñando con ser mamás, yo jugaba con aquella famosa muñeca tan reconocida por vanidosa y frívola. Sí, ella, la del nombre cortito, la de la casa bonita, la del novio guapo y el perrito simpático. Ella, la perfecta, la del cabello rubio, la del guardarropa inmenso, la que no tenía que preocuparse por nada, tan sólo tenía que ser bonita. Y sí, yo soñaba a mis escasos seis años quizá que en algún momento, algún día iba a ser una Barbie. No por el carro, no por la casa, el yate, el jeep, el novio y el perro... no por el guardarropa inmenso, los muchos zapatos y la vida de aparador. No quería ser de plástico pero sí de porcelana, quería tener porte, clase, elegancia, quería acaparar las miradas... cuando tenía seis años. Pero el tiempo pasó, un día me desperté y me di cuenta que la vida no tiene nada que ver con lo que Barbie predicaba, vi felizmente que no era una obra de plástico, hermosa y vacía, me di cuenta que la porcelana no siente, que el plástico se gasta, que la ropa pasa de moda y las amigas de aparador se guardan en una caja. Una vida de tienda, una vida eterna... sin errores, sin pasado, sin cicatrices ni temores.


Y siempre quise ser una muñeca, siempre quise ser perfecta...

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