Creo que nadie nos enseña nunca qué hacer con el silencio. Nos acostumbramos a los ruidos, las voces, los suspiros, la radio, la música, todo lo que nos rodea y que hace gran aspaviento. Nadie nos enseñó a lidiar nunca con el silencio... Nadie nos enseña a estar con uno mismo... o sí?
Yo me perdí, me dejé ir, me dejé ahogar, me dejé quemar y evaporar... decidí dejarme caer, desgarrarme, partirme en pedazos, aniquilarme, retorcerme, humillarme, dejarme arrastrar, demoler, devastar, no una, sino muchas muchas veces atrás... y no lo voy a hacer más. No más. Nunca más.
Es tiempo de recuperar, recuperar la fe y la sensación de esperanza... es tiempo de sanar todo aquello que rompí, pues hay cosas que sí debo pagar y equilibrar, algunas cosas habrá que tirarlas, otras se podrán pegar... y finalmente habrá algunas que haciendo un poquito de magia se coloquen en su lugar.
Mi magia es lo que quiero recuperar. Quiero hacer magia en mi vida y en la de los demás...
Lo supe hoy cuando tres niñitos preguntaron por ti... con sus caritas interrogantes y sus ojitos llenos de expectativa, qué difícil es explicarles cuándo lo único que quieren saber es que todo va a estar bien. Y fue eso exactamente lo que respondí... que a veces el mundo nos roba la magia, pero que una vez que la tenemos de nuevo... la magia logra que todo se acomode dónde sea que deba estar...